Posted by: mgarciamartos | June 16, 2013

El Camino

la foto (7)Situación: Yo con 14 años, y un amigo que te habla de la biblioteca y de los libros. Cosa rara en estos tiempos. Un título y un autor: “el camino”, de Miguel Delibes. Sugerente título, ¿verdad?, “el camino”. 14 años y “el camino”. Un amigo y “el camino”. Como mínimo, curiosidad.

¿Qué decir de su autor?¿de Delibes? Ese novelista (fallecido recientemente) que ha retratado con tanta realidad y contundencia a la gente, los paisajes, los trabajos, la caza, los niños… en definitiva, la vida de los pueblos de Castilla, tan fácilmente extrapolable a cualquier zona rural de nuestro panorama.

Pues eso, como mi amigo y yo hemos nacido y crecido en el campo, me intriga, y ahí que me lanzo a leerlo.

Primera página. El nombre de un niño, Daniel, y ¡¡un seudónimo, un apodo, un mote: el Mochuelo!! Más real imposible. Me gusta. Y una historia, los padres de Daniel, el Mochuelo, deciden que su hijo debe partir a la ciudad a estudiar. A la edad de 11 años, el niño deberá renunciar a la vida del pueblo para “ser alguien”. Para eso deberá estudiar otros 14 años más y no dedicarse a hacer quesos como su padre.

Pero Daniel, el Mochuelo, entiende que “ser alguien” debe ser algo parecido a lo que es el padre de su amigo Roque, el Moñigo. Su padre es el herrero del pueblo. Un hombre musculoso, muy fuerte. Tanto que una vez en una procesión, a falta de otros hombres, fue capaz de portar la imagen de la Virgen en andas, que pesaba más de 200 kilos, por todo el pueblo y sin ayuda de nadie. Eso era “ser alguien”, y  no el boticario, ni su hijo, por muchos estudios que tuvieran. Tan pálidos y debiluchos…

Delibes nos traslada de una manera fácil, realista y divertida a la realidad de un pequeño pueblo en un valle en los años 40, y a la manera de pasar el tiempo libre los tres amigos inseparables: Daniel, el Mochuelo; Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso. Y como se mezclan con las historias de la gente mayor del pueblo. Vecinos como Quino, el Manco; don José, el Cura, las Guindillas…

He leído después otras obras de Delibes y de otros muchos autores. Pero se que le debo a esa obra mi placer e interés por la lectura. Alguna vez he pensado que a los niños/as de los pueblos, deberían pedirle en la escuela leer El Camino, de Delibes. Pero también se que cuando te obligan a leer un libro en la escuela, el resultado no es el mismo que cuando se hace por voluntad propia.

Han pasado 15 años desde aquella primera lectura, y acabo de cerrar ese libro por segunda vez. Lo que me viene a la cabeza es lo feliz que fui en mi infancia, cuanto me divertía con mis amigos y de qué manera tan sencilla, sin artilugios complejos. Así como el Mochuelo, el Moñigo y el Tiñoso. También recuerdo cuantas ganas tenía de crecer y ser mayor, y ahora me doy cuenta cuantas cosas he perdido, y que necesaria es a menudo la despreocupación y la inocencia como en aquellos años, para poder tener una sonrisa. Ahora todo es más difícil

Posted by: mgarciamartos | June 12, 2013

Olivos en Flor (2ª Parte)

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Hoy por hoy, Jaén es una de las tres o cuatro provincias con la tasa de paro más alta de nuestro país. A la crisis global hay que sumarle la desastrosa cosecha pasada, con muy poca recolección y producción de aceite, y muy poca contratación. Pero es que además a día de hoy, puede que esos que tantas voces nos daban también se hayan quedado sin empleo, tal vez con problemas para pagar su hipoteca, y quizás alguno, por desgracia, en situación muy desesperada.

Seguimos sin enterarnos; la materia prima esencial para vivir la produce el campo, y en este sector trabaja mucha gente. Jornaleros y jornaleras, pequeños y medianos empresarios, y otros comercios ligados al sector (productos químicos, maquinarias, etc.). En nuestra tierra andaluza y española el campo es un motor fundamental a nivel económico, pero también social. Es una manera de que los pequeños municipios no queden despoblados, a través de una actividad muy necesaria y honrada, ya se trate del aceite aquí en Jaén, o la leche, la carne, verduras, hortalizas… en otras zonas.

Todo esto lo resumo de una manera muy simple. Si el campo funciona y mereciera la pena, si los beneficios del aceite a los pequeños y medianos empresarios fueran justos, cosa que lleva mucho tiempo sin pasar, el nivel adquisitivo de muchas personas sería mayor. Y ya se sabe, a mayores ingresos, se gastaría e invertiría más (en reformas del hogar, en ocio, en compra de diferentes productos…), con lo que otras muchas empresas de otros sectores diferentes al campo también se verían beneficiadas. Supondría menos despidos o cierres de negocios. También afectaría al sector público y al Estado, ya que habría mayores ingresos por las altas en Seguridad Social y en la recaudación de los impuestos por un mayor gasto. Todo es una cadena. Eso lo sabemos todos.

En definitiva, si la defensa del campo se realizara no sólo desde la gente que lo trabaja (o a veces ni eso, por desgracia), sino desde una perspectiva global y común; si todas y todos los que nos sentimos jienenses apoyáramos el aceite de oliva y al que lo trabaja; si nuestra voz llegara más lejos, estoy seguro de que nos encontraríamos en una mejor situación. Mucho mejor. Estoy seguro de que esas personas que nos “piropeaban” aquella mañana de manifestación, hoy serían más felices.

Posted by: mgarciamartos | June 6, 2013

Olivos en Flor (1ª parte)

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Cuando pasas los límites del ladrillo, del cemento y la cal, en nuestros pueblos y ciudades de Jaén durante los días de mayo, compruebas como al olivo le cuelgan las pequeñas florecillas abiertas o a punto de abrirse al sol. En esas flores, que para unos ojos demasiado acostumbrados a la ciudad pueden pasar inadvertidas, depositamos la gente del campo gran parte de las esperanzas de futuro, esperando que su polinización, o el “cuaje”, que así le llamamos, sea bueno.

Esa visión simplista aunque lógica, ya no nos sirve. Una buena cosecha de aceituna ya no significa ni supone una justa rentabilidad (de una cosecha mala, ya ni hablamos). Si la producción es buena, que es lo que se persigue, los precios caen por los suelos, debido sobre todo a la acción de las grandes comercializadoras (otros las llaman los mercados), a la insuficiente comercialización de nuestro producto de manera envasada desde el origen, el aumento del número de olivos tanto en nuestro país como fuera de nuestras fronteras, etc.

Si la cosecha es baja o mediocre un año concreto y de forma general, el precio no sube mucho, y los costes como viene pasando en todo tipo de explotación agrícola o ganadera, son demasiado elevados. A todo esto hay que sumarle la incertidumbre de las ayudas europeas: la Reforma de la PAC (política agraria común), de actualidad en estos días. Como si los periodos de sequía que a veces sufrimos, las granizadas que arrasan cosechas enteras otras veces, los elevados costes de producción o el duro trabajo en el campo (eso sólo lo sabe quien lo ha vivido), no fuera suficiente…

Pero no pasa nada, aquí a todo el mundo se le llena la boca con las bondades, las cualidades, incluso la “magia” del aceite de oliva. Pero nadie se acuerda del que lo trabaja y se esfuerza por producirlo. Suele pasar. Se me viene a la cabeza una manifestación en defensa del olivar a la que asistí en la capital jienense. Como es costumbre, a los manifestantes nos acompañaban y conducían las fuerzas y cuerpos de seguridad. Nos dicen por donde debemos ir, el trayecto está marcado, y la incidencia sobre la normal vida de la ciudad es mínima. El tráfico se redistribuye por otras zonas sin problema. Todo está estudiado.

El problema vino cuando se nos ocurrió, de manera espontánea, a un grupo de cambileños y cambileñas con los que me encontraba, sentarnos en el suelo justo cuando se iba a dar paso al tráfico, en la intersección de unas calles muy concurridas. Se me cayó el mundo al suelo, y no fue por las amenazas de la Policía, que las hubo, sino por las voces e improperios que nos dirigieron muchos de los conductores y conductoras que iban a pasar por la zona; algunos incluso se nos encararon.

La sentada duró un minuto, no más, ni había intención de más. Pero en ese poco espacio de tiempo pudimos escuchar de bocas jienenses piropos como: “quitaros del medio aceituneros de mierda, iros a vuestros pueblos con vuestras cabras, sois chusma que no tenéis na’ que hacer”. Y otras lindezas que uno no esperaría escuchar en una ciudad que presume de ser la capital mundial del aceite de oliva…

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